20 de diciembre de 2016

VIOLENCIA DE GÉNERO, UNA CUESTIÓN POLÍTICA

Continuamente escuchamos en los medios de comunicación cómo la igualdad de género cada día es más real en España: mujeres accediendo a posiciones de poder en el ámbito laboral, hombres cooperando en el cuidado de los hijos y la limpieza en el hogar, discriminación positiva… ¿Qué más queremos las mujeres? Desde Izquierda Unida queremos dar respuesta a esta pregunta.

En primer lugar, queremos que no nos maten. El 7 de noviembre del año pasado se registraban 54 muertes de mujeres a causa de la violencia machista. En 2016 se han registrado 87 muertes, 33 más en sólo un año. Desgraciadamente la cifra será aún más elevada cuando este artículo salga publicado. Parece, además, que los procedimientos de prevención y protección de víctimas de violencia de género no funcionan correctamente en todos los casos. El pasado junio Lucía Patrascu (del Port de Pollença, Mallorca) fue asesinada por su ex marido sólo cuatro horas después de acudir a la policía.

Queremos que dejen de dar por hecho que las mujeres venimos al mundo con una virtuosidad innata para limpiar y cuidar. En una de sus últimas ediciones, la revista Pronto dedicaba varias páginas a sugerir regalos para papá (coches y viajes como primeras opciones) y para mamá (lavadoras o lavavajillas de última generación). Y qué decir de los catálogos navideños de juguetes… Para niños: coches, motos, herramientas y bloques de construcción; para las niñas: set de doctoras, limpieza, moda, muñecas y maquillaje.

Queremos que la violencia de género se considere como tal no sólo cuando existe agresión física. La violencia psicológica no deja marcas visibles en el cuerpo de la mujer, pero puede llegar a destrozar su autoestima de forma irremediable. La violencia sexual (cualquier acto sexual no consentido y acoso verbal de contenido sexual) o la económica (se suele dar en parejas en las que el hombre controla y manipula el dinero, lo gane él o no) son otras formas de dominación. Sin olvidar los micromachismos, que no son 'micro' por poco importantes, sino por cotidianos, normalizados y, muchas veces, legitimados. Tres simples situaciones cotidianas: (1) un chico y una chica piden en un bar, el/la camarero/a da por hecho que el que alcohol es para él y a ella le pone el refresco; (2) los cambiadores de bebés se encuentran sólo en los baños de mujeres y (3) una pareja está viendo la tele, el bebé de ambos llora y el hombre le dice a su mujer: “tu hijo está llorando”. Estos son sólo tres de los miles de ejemplos con los que, desgraciadamente, convivimos.

Queremos que nuestros jóvenes sean conscientes de las desigualdades de nuestra sociedad. Sin embargo, según revela el último informe de la Fundación Salud y Comunidad y el Ministerio de Sanidad, los jóvenes normalizan, por ejemplo, los tocamientos o roces no consentidos en ciertas partes del cuerpo o acorralar e insultar a las chicas. Es decir, no saben identificar comportamientos de acoso sexual.

No queremos caminar solas por la calle con el temor de encontrarnos con personas como aquellos 5 jóvenes detenidos durante los pasados San Fermines, que abusaron sexualmente de una mujer y se vanagloriaron de ello sin el menor atisbo de culpabilidad. Queremos dejar de especular si el hombre con el que nos crucemos en calles oscuras o solitarias será como esos indeseables. Los hombres perciben nuestro temor ante su presencia por prejuzgarlos, en determinadas situaciones, como potencialmente peligrosos para nuestra integridad por el simple hecho de ser varones. También vosotros, los hombres, pagáis en parte las injusticias de esta sociedad desigual. Porque con temor nos educan y con temor respondemos.

No queremos volver a escuchar declaraciones intolerables de representantes del pueblo, como la de Óscar Bermán (edil de Pallafols) que mandó a Ada Colau (alcaldesa de Barcelona) a “fregar suelos” o como la rotunda afirmación de que la incorporación de la mujer al mercado laboral es un problema, según Juan Rosell, presidente de la CEOE.

Nuestros políticos se equivocan si creen que es suficiente con los protocolos de protección de víctimas de violencia de género, los protocolos fallan y hay que trabajar para rectificar los errores, y aunque no fallaran, no serían suficientes. Conseguir una educación en igualdad desde edades tempranas es la clave, porque la educación es una de las bases más importantes de cualquier aprendizaje social. Nuestros políticos dedican un mes al año a la prevención, concienciación y la acción frente a la violencia de género. El resto del año ni siquiera tratan de predicar con el ejemplo, todo queda en amargos titulares sobre asesinatos y violaciones y nuestros jóvenes siguen expuestos a un acoso sexual del que ni siquiera son conscientes.

En Izquierda Unida estamos al corriente de que ningún día del año dejamos de ser mujeres, de que cada día nos rodeamos y amamos a nuestras hijas, hermanas, madres, tías, amigas, sobrinas, parejas. Somos conscientes de que no pasa un solo día del año en que alguna de ellas no sea infravalorada, insultada, agredida verbalmente en las calles, violentada o violada. Por tanto, las mujeres y hombres de Izquierda Unida nos preguntamos: ¿realmente nuestros gobernantes están haciendo todo lo que está en sus manos?