“Castilla – La Mancha será bilingüe en 2018” con esas contundentes palabras se expresó Marcial Marín, Consejero de Educación, en enero de este año. Sin embargo, cuando se estudia el plan de plurilingüismo regional, no parece que se den las condiciones para implantar un sistema plurilingüe con éxito
Sorprendentemente para
dar materias en otro idioma tan solo se requiere tener el nivel B2.
Imagino que no se consultó a los expertos en política lingüística de
Cataluña, con décadas de experiencia en educación bilingüe y
probablemente con el sistema de educación bilingüe más exitoso de
Europa. Allí los profesores han de acreditar el nivel C1 de catalán
para dar clase, y además el catalán forma parte de sus vidas diarias al
vivir en una sociedad bilingüe. Es decir, claramente mejor formados
lingüísticamente que los docentes castellanomanchegos con el B2, que
además viven en una sociedad monolingüe.
Para juzgar si un profesor ha de tener el B2 o el C1, ha de tenerse en
cuenta que la labor del profesor de primaria y secundaria no se ciñe
exclusivamente a impartir una materia, sino que hay una serie de
contenidos llamados transversales que deben ser tratados en varias
asignaturas. Por ejemplo, la elaboración de un comentario de texto,
aprender a estructurar un texto coherentemente, o valores como la
tolerancia, tienen cabida en todas o casi todas las asignaturas. El
profesor de inglés cuando habla de tradiciones culturales está
fomentando el respeto a la diversidad, y la de historia cuando corrige
un comentario de un texto histórico, corrige el contenido, pero también
mira si el texto tiene una coherencia y una estructura interna.
Obviamente, para ello se requiere un conocimiento profundo del idioma.
Precisamente, esos mecanismos de organización y cohesión textual
pertenecen al nivel C1, y no al B2. El nivel B2 posibilita “entender
las ideas principales de textos complejos”, pero el usuario B2, a
diferencia del C1, no es capaz de “reconocer sentidos implícitos”. Si el
profesor no es capaz de reconocer esos sentidos implícitos, si no ha
terminado de adquirir los mecanismos de organización y cohesión textual
en inglés, ¿cómo va a enseñar todo eso al alumnado?
Tampoco hay que olvidar que el profesor ha de ejercer de modelo
lingüístico. Se espera de un profesor que tenga un vocabulario y unas
estructuras gramaticales extensas para poder emplear un lenguaje
académico. Sin embargo, los usos académicos del lenguaje se reservan
también al nivel C1. Por todo ello, pienso que el nivel B2 es
claramente insuficiente, y que se si el gobierno regional se empeña en
implantar el bilingüismo de esta manera, solamente se podrá conseguir a
costa de un empobrecimiento de los contenidos, y de un tratamiento
paupérrimo de los contenidos transversales. Es importante subrayar que a
menudo los contenidos transversales, como el anterior ejemplo de la
coherencia textual, son habilidades y no conocimientos (que se reservan
para las materias específicas). Todas las teorías contemporáneas de
pedagogía hacen énfasis en las habilidades, ya que permiten al alumnado
desarrollar una formación continua incluso tras su paso por el sistema
educativo.
En mi opinión, se deberían tener en cuenta otras maneras de fomentar la
competencia lingüística del alumnado que no perjudican la adquisición
de contenidos en las distintas materias ni de los contenidos
transversales. Las medidas aquí detalladas han demostrado ser muy
eficaces en países de nuestro entorno. Para empezar, la formación del
profesorado de lengua inglesa sigue siendo mejorable. En muchas
universidades europeas se requiere a quienes estudian una lengua
extranjera que pasen uno de los cuatro años del grado en un país donde
se habla esa lengua. Naturalmente con apoyo financiero.
Más importante aún sería el uso generalizado de desdobles en las
clases de idiomas. El ratio profesores/alumnos es esencial en cualquier
materia, pero más en la enseñanza de idiomas. Si la clase de historia o
biología no es participativa, pierde efectividad. Si la clase de
inglés no es participativa, es sencillamente imposible que el alumno
aprenda a hablar. Obviamente, para que la clase sea participativa, el
número de alumnos ha de ser reducido.
Por último, esa mejor formación del profesorado de lenguas
extranjeras, junto con los desdobles (la media más importante) podría
complementarse con una mayor contratación de auxiliares de conversación
( según europapress en este curso hubo 39 para toda la región).
Los auxiliares no solo enriquecen el nivel de inglés empleado en las
aulas con su dominio de nativos, sino que además son una manera
informal pero excelente de aumentar la competencia lingüística del
claustro, ya que pueden conversar con ellos a diario.
En definitiva, el bilingüismo es sin duda una oferta educativa muy
interesante, pero siempre y cuando el profesorado tenga un nivel
lingüístico suficiente para transmitir con éxito los conocimientos de su
materia y los contenidos transversales. Como hemos visto, difícilmente
es eso posible con el nivel B2. Si además, el profesorado critica duramente la formación que están recibiendo para ese B2, y que su formación depende de que ellos se la costeen, el resultado no puede ser satisfactorio.
Mario Ruiz tiene un máster en Bilingüismo por la Bangor University de Gales.
Fuente: www.eldiario.es
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