Intervención íntegra del presidente portavoz de IU, ICV-EUiA, CHA en el Pleno del Congreso
“Señorías, el Rey abdica. Tres palabras para dejar una herencia…”
Ante
las protestas y rumores de algunos parlamentarios asistentes al Pleno
tiene que intervenir el presidente del Congreso para pedir orden y Cayo
Lara recuerda:
“Hemos sido radicalmente respetuosos con las demás intervenciones en el Grupo de La Izquierda Plural…”
Reinicia
su intervención: “Tres palabras para dejar una herencia, para dejar en
herencia, nada más y menos, que la Jefatura del Estado. Un señor la va a
heredar como si fuera una propiedad privada. Se dice en la propia
exposición de motivos, entre comillas: ‘mi hijo, Felipe, heredero de la
Corona, encarna la estabilidad, que es seña de identidad de la
institución monárquica’. ¿Y el pueblo qué opina? ¿No dice la
Constitución que la soberanía nacional reside en el pueblo español?
Señorías,
la abdicación se ha gestado de una forma oscura, una especie de
maniobra palaciega entre algunos de los partidos dinásticos, que ha
dejado al Parlamento de convidado de piedra. Han situado a los
ciudadanos como súbditos, con un bombardeo a la opinión pública de
alabanzas al heredero, endulzando la maniobra para presentarla como una
regeneración del sistema. La sucesión por la línea de consanguinidad no
tiene nada que ver con la regeneración, tal vez todo lo contrario; es
sangre nueva para una dinastía decrépita.
Nos traen a la Cámara
la abdicación con la Transición acabada. Se ha agotado un modelo que
ustedes, los banqueros y los grandes empresarios quieren perpetuar con
la apariencia de cambiar todo para que nada cambie. Sin querer ser
pretencioso ni arrogarme la representación de tanta gente que renunció a
tantos sueños y tantas convicciones en la Transición, hasta aceptar un
monarca designado inicialmente por el dictador, hoy me siento orgulloso
de traer modestamente la voz de mucha gente que dio lo mejor de su vida,
que dio la vida, que marchó al exilio, como ayer nos recordaba el
presidente de México, porque soñaron con una república democrática.
Precisamente
por esa historia y por todas esas renuncias en la Transición para que
la democracia saliera adelante, tenemos ahora toda la legitimidad del
mundo para exigir que se convoque un referéndum para que el pueblo
decida su destino; un destino que se está escribiendo con el sufrimiento
de mucha gente. Porque esta Cámara ha tomado demasiadas decisiones que
no tienen nada que ver con lo que quiere y necesita nuestro pueblo. Por
eso se ha abierto un abismo entre una gran parte de la ciudadanía y las
instituciones democráticas.
Los partidos que han sustentado la
monarquía han roto el pacto constitucional de 1978. Los derechos
pactados en la Transición, incorporados en la Carta Magna, se violan
masivamente un día sí y otro también. La lealtad que se proclama a la
Constitución española se demuestra no modificándola, sino cumpliendo los
derechos sociales, laborales y civiles consagrados en la propia
Constitución. Se desahucia, señorías, a la gente sin piedad de sus
casas. El derecho al trabajo se sustituye por el exilio laboral de miles
de jóvenes. La seguridad de tener una pensión futura se aleja cada vez
más de más gente. La ayuda a los desempleados se recorta sin
contemplaciones. Crece como nunca la desigualdad social. La corrupción
se generaliza y llega a las propias instituciones del Estado, incluida
la Familia Real. El conflicto territorial se agudiza y no se resuelve.
El
deterioro de los partidos dinásticos se ha manifestado en las últimas
Elecciones Europeas y la monarquía llega hoy con el mayor índice de
desprestigio desde la Transición democrática. En estas condiciones,
señorías, el debate de hoy es sobre si queremos profundizar y aumentar
la democracia en España o si, por el contrario, queremos continuar con
este sistema, a veces despótico, en el que unos pocos, y algunas veces
fuera de las propias instituciones, han tomado y toman decisiones que
hacen daño a la vida diaria de millones de personas.
Es la hora
de la ‘Democracia’ con mayúsculas, porque cuando en las calles se
reclama más democracia no se puede pretender perpetuar un sistema que
impide al pueblo que pueda decidir sobre su futuro, sobre algo tan
fundamental como la forma de Estado. Dicen el bipartidismo y la
monarquía que dejar que hable el pueblo es negativo para la estabilidad,
pero nos hacemos una pregunta: ¿estabilidad para quién? Entérense de
que el pueblo español ya está en una situación de inestabilidad, de
emergencia social. Con seis millones de parados, con decenas de miles de
familias perdiendo sus casas y con otras decenas de miles de familias
amenazadas por el hambre y la desesperanza no cabe hablar de
estabilidad. ¿Estabilidad para quién? ¿Para las grandes empresas y las
grandes fortunas, que se han enriquecido con la gestión bipartidista de
esta crisis? ¿Estabilidad para la Bolsa y el Ibex 35? Ellos no son
soberanos. La soberanía reside exactamente en el pueblo español.
Señorías,
la estabilidad es acabar con las desigualdades, con el paro, con la
corrupción que carcome nuestras instituciones. La estabilidad está en
alumbrar un nuevo sistema político y social; la estabilidad es la
democracia con mayúsculas y me atrevo a decir hoy aquí con orgullo que
la estabilidad, por qué no, es la república. ¿Por qué no quieren ustedes
que el pueblo exprese libremente su opinión? ¿Qué miedo tienen a
cumplir lo que dice la Constitución española, esa que siempre tienen en
la boca los más patriotas del país, pero que tampoco se preocupan de
hacerla cumplir cuando hablamos de derechos como el del trabajo o la
vivienda? Para eso hay menos prisas. Reducir el paro y frenar los
desahucios no está entre las prioridades de este sistema. Eso lo sabe
toda la ciudadanía.
Eso sí, cuando se trata de reformar la
Constitución, tan sagrada para unas cosas, no hay ningún problema en
hacerlo en dos tardes para asegurar a los bancos y a los mercados que no
se preocupen, que tendrán su dinero pase lo que pase. Aunque aumente la
pobreza y el deterioro social, ellos siempre tendrán el dinero a punto,
tal y como se hizo cuando se reformó el artículo 135 de la Constitución
española.
La Izquierda Plural no está planteando que nuestra
vocación republicana se extienda de manera inmediata a toda la sociedad y
al resto de partidos políticos, claro que no. Lo que estamos exigiendo
ahora mismo tiene que ver con el concepto profundo de lo que es la
democracia. Simplemente queremos que se convoque un referéndum y que se
pregunte al pueblo español qué quiere en estos momentos cruciales de
nuestra historia.
El 70% de los ciudadanos y ciudadanas de este
país no ha votado la Constitución. Que los ciudadanos y ciudadanas de
este país decidan libre y conscientemente cuál debe ser su futuro.
Hablamos, pues, hoy de monarquía o república, pero sobre todo hablamos
de monarquía o democracia, el derecho de sangre o la urna, que el pueblo
pueda votar con libertad en referéndum, independientemente de los
sentimientos, el pensamiento, la ideología que tengamos cada uno y cada
una en nuestro país. La república es una forma de Estado,
independientemente de lo que cada uno pensemos, pero queremos que la
democracia llegue y que lo haga por la vía de la urna en la elección de
la Jefatura del Estado.
No encontramos ninguna justificación
para que se impida a los españoles expresar su opinión y su criterio
sobre este punto y, para ello, ni siquiera es necesario reformar la
Constitución. No sería el primer referéndum que se hace. Recordarán el
realizado sobre la permanencia en la OTAN, en 1986, o el más reciente
sobre la Constitución europea, en febrero de 2004. Para eso está el
artículo 92 de la Carta Magna, que también dice literalmente que las
decisiones políticas de especial trascendencia -esta debe ser una
decisión política de especial trascendencia, ¿sí o no?- podrán ser
sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos si se quiere; o
sea que sí se puede, pero no se quiere.
En la primera reunión
que tuve con el Rey en el mes de agosto de 2009 le planteé por qué no
promovía un referéndum para que su hijo tuviera la legitimidad directa
del pueblo en las urnas, si es que el pueblo decidía y optaba por la
monarquía. Se ha podido hacer y promover el referéndum; no se ha
querido, porque se ha decidido que lo que se acordó en 1978 tiene que
ser definitivo y para siempre. ¿Eso por qué? ¿Por qué tiene que ser
definitivo y para siempre?
Señorías, en mi grupo pensamos que no
se puede esperar más, que no se puede negar al pueblo español su
derecho a decidir qué forma de Estado quiere. No se le puede silenciar
amparándose en cuestiones que ya pertenecen al pasado. Estamos
convencidos de que la democracia no puede reducirse a votar cada cuatro
años y de que el hecho de depositar el voto en una urna no da patente de
corso a ningún gobierno, a ninguno, para hacer lo que le venga en gana
y, sobre todo, lo contrario a lo que se promete.
Las últimas
Elecciones Europeas han dejado claro que los ciudadanos y ciudadanas de
este país han cambiado de opinión. Muchos ciudadanos y ciudadanas han
cambiado de opinión y han dicho que están hartos de este sistema
bipartidista que ha servido de pilar fundamental para esta monarquía.
Han dicho que están cansados de un sistema institucional golpeado por la
corrupción a todos los niveles, en el que unos pocos han sido los más
beneficiados a costa de todos los demás; una corrupción de la que la
propia monarquía no se ha escapado. Los ciudadanos han dicho que nuestro
país necesita una nueva hoja de ruta, porque la anterior solo puede
conducir a más paro, precariedad, corrupción e impunidad.
El
pasado 25 de mayo la sociedad española dio un giro histórico ante el que
nadie puede permanecer inerte. Pensamos que es el momento de traducir
ese giro en la apertura de un nuevo proceso constituyente que abra el
debate también hacia un nuevo proyecto de país. Espero que estén de
acuerdo conmigo en que decidir sobre la forma de Estado es una decisión
política de especial trascendencia y que sería mucho más democrático
consultar al pueblo español sobre este punto que no hacerlo. Eso, ni más
ni menos, es lo que estamos pidiendo: que se convoque un referéndum
para que la sociedad española se pronuncie y que nuestro país,
independientemente del resultado, suba un peldaño más en la escala
democrática.
Si tan seguros están de lo que piensan los
ciudadanos, ¡déjenles expresar su opinión en un referéndum! De lo
contrario, lo único que seguirán demostrando ustedes es que tienen una
visión paternalista de la democracia, una indolencia y un desprecio
absoluto por el pueblo español. Si deciden, como es previsible,
continuar dando soporte a una institución anacrónica y radicalmente
injusta, allá ustedes, pero mucha gente, cada vez más, seguirá
defendiendo que no somos súbditos ni de primera, ni de segunda, ni de
tercera; que somos ciudadanos y ciudadanas libres también para elegir
directamente al jefe del Estado, al jefe de nuestro Estado.
Estén
seguros de que el pueblo español les hará pagar en el futuro esa
decisión que hoy van a tomar. No falta mucho para que las urnas vuelvan a
hablar. Entonces ni ustedes ni nadie podrán amparar los deseos y las
ganas de la sociedad española de decir alto y claro qué es lo que
quieren para este país. Las elecciones volverán a ser un plebiscito en
el que este sistema será puesto a prueba.
Concluyo, señor
presidente. Señorías, empecemos a regenerar la democracia con la
elección por el pueblo de la más alta institución del Estado, porque el
pueblo es el único soberano. No cierren una herida que está infectada.
Esta democracia tiene demasiados males, no le sumen más. Recuerden que,
como decía un determinado político estadounidense, ‘todos los males de
la democracia pueden curarse con más democracia’. Nuestro voto va a ser
‘NO’ porque exigimos más democracia”.
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