España se queda sola en el cultivo de transgénicos en Europa. Con las prohibiciones de Polonia y la reciente de Francia de plantar maíz modificado genéticamente,
España se presenta casi como el único Estado de la Unión con suelo
dedicado a este cultivo. ¿Compañeros de viaje? Se trata de un campo
dominado por Estados Unidos (40%), Brasil (23%) y Argentina (14%) que
dedican grandes espacios de sus enormes planicies a la soja transgénica.
El Ministerio de Agricultura francés se explicó así
en marzo: "Según datos científicos fiables y muy recientes
investigaciones internacionales, el cultivo de semillas de maíz MON 810
presentaría graves riesgos para el medio ambiente, así como peligro de propagación de organismos dañinos convertidos en resistentes".
Sin embargo, si España representa el único aliado de los transgénicos
en Europa, su verdadero éxito y aplicación en el día a día de los
agricultores es otra cuestión. La directiva europea que regula el
cultivo de organismos modificados genéticamente (OMG) de 2001 establecía
la obligatoriedad de mantener un registro sobre estas actividades para
seguir su posible impacto. Este registro se ha limitado a contabilizar
hectáreas. Según los datos del Ministerio de Agricultura, en España se
dedican unas 136.000 hectáreas al cultivo del maíz MON 810 (propiedad de
la empresa estadounidense Monsanto).
Pero, como
explica Blanca Ruibal, responsable de alimentación de la ONG Amigos de
la Tierra, "el Ministerio hace los cálculos de manera indirecta". Un documento del propio Gobierno
cuenta que su método de cálculo se realiza mediante la consulta con la
industria de cuántos sacos de semillas transgénicas se han vendido en
cada provincia. Esos datos "de venta de semilla" se usan de base para
una fórmula: "85.000 semillas por hectárea". Como cada unidad de venta
es de 50.000 semillas, pues por cada "1,7 unidades vendidas" se cree que
hay una hectárea cultivada. De hecho, el documento se titula "Estimación de la superficie total".
Sin embargo, existe una manera de contrastar este cálculo: las
subvenciones europeas, que piden "casi el 100% de los productores de
maíz", analiza Ruibal. Los agricultores, al rellenar sus solicitudes
para estas ayudas, deben consignar qué tipo de cultivo hacen y si es o
no transgénico. Las cifras de las comunidades autónomas –encargadas de
la gestión de estas solicitudes– reflejan que, por ejemplo, en Andalucía
"sean un 80% menos de lo que sale por el cálculo de semillas vendidas
del Ministerio". Así, el total en España podría estar en torno a las
70.0000 hectáreas.
Greenpeace ha denunciado a España ante la Comisión Europea por esta manera sui géneris
de llevar el registro obligatorio. "Se quiere dar la impresión de que
el sector transgénico está en alza cuando parece que no es así", analiza
la experta de Amigos de la Tierra.
Con todo, España
es el líder continental. En Portugal apenas llegan a las 1.000
hectáreas, y los otros dos estados que lo usan, Eslovaquia y la
República Checa, están a la baja. Esa es la dimensión de la implantación
transgénica y su tirón en el sector europeo y español, aunque algunas
asociaciones como ProBio defienden "el derecho a elegir y competir en
condiciones de igualdad", al tiempo que aseguran que vienen "utilizando
los cultivos modificados genéticamente desde hace más de 11 años
obteniendo beneficios tanto económicos como medioambientales".
La Fundación Antama –que defiende la modificación genética– contrapone a
los críticos con el uso de transgénicos que "el uso desde que se
permitió el cultivo de maíz modificado en 1998 ha permitido dejar de importar 853.000 toneladas de maíz en 15 años". Para afirmar esto se basan en un estudio de Laura Riesgo (doctora en Economía por la Universidad de Oviedo) que estima el ahorro económico en "156 millones de euros".
Riesgo asegura que el maíz transgénico aporta un
beneficio económico a los agricultores porque, afirma, "la mayor
resistencia a las plagas produce un menor uso de insecticidas, lo que
permite reducir costes. Y como no existen diferencias de precios en el
maíz en grano se explica la mayor rentabilidad". Antama cuenta entre sus
"amigos institucionales" con la Asociación Europea de Bioindustrias;
Asociación Española de Bioempresas o la Federación Española de
Biotecnólogos.
Un producto más caro
¿Es más barata la semilla transgénica? No, es más cara. Después de los
millones de dólares empleados en las patentes (norteamericanas), la
mayoría de los trasgénicos han conseguido variedades más resistentes a
herbicidas "lo que se traduce en un aumento desmedido en el uso de
agrotóxicos", concluye un reciente estudio sobre transgénicos
realizado por Amigos de la Tierra. "El negocio de los transgénicos es
el negocio de la gran cantidad", analiza Ruibal. "España no puede
competir con las extensiones y producción de EEUU o Brasil donde se
planta muchísima soja y mucha se dedica para forraje de ganado".
El profesor José Ignacio Cubero –que fue Premio Nacional de Genética en
2012– defiende que "los transgénicos tienen un consenso científico
internacional". Este profesor emérito de la Universidad de Córdoba
cuenta a eldiario.es que "el maíz modificado en España sigue siendo
efectivo y sin riegos. La única alternativa sería el uso de potentísimos
insecticidas o la desaparición de este cultivo".
Según el genetista, "el problema es ideológico y no científico, si se
separaran los discursos de las imposiciones de las multinacionales y de
lo técnico se podría llegar a consensos". De hecho, el profesor Cubero
asegura que "el dominio de las grandes empresas sobre los transgénicos
podría solventarse si se pusiera en manos de organismos oficiales como
ya ocurre en Brasil y en India". Con todo, resume, "no hay que caer en
demagogias y decir que los transgénicos solventarán el hambre en el
mundo, pero sí problemas muy concretos como el que se llevó el cultivo
del algodón en Andalucía con el gusano rosado".
"El dominio de las grandes empresas sobre los transgénicos podría solventarse si se pusieran en manos de organismos oficiales como ya ocurre en Brasil y en India"
En ese sentido Daniel Ramón Vidal –que fue profesor de
Investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y
actual consejero delegado de Biopolis S.L.–
cree que "en la Unión Europea su comercialización está bajo sospecha
por cuestiones que tienen que ver más con un debate ideológico que un
debate científico. En los alimentos transgénicos comercializados se han
llevado a cabo los controles sin que el hecho de ser transgénicos
representen un riesgo mayor para el consumidor superior al del alimento
convencional".
La Unión Europea está estudiando la
autorización de una variedad modificada de maíz resistente a herbicidas
conocida como 1507, que pertenece a la empresa Pioneer Hi-Breed. Hasta
ahora, el transgénico MON 810 estaba supuestamente diseñado para
aguantar la plaga del taladro, "que era endémico y muy fuerte en Aragón y
Cataluña", dice el profesor Cubero.
Sin embargo, hace poco más de un mes se supo que este insecto está desarrollando resistencia a las toxinas introducidas en el genoma de la planta.
Un estudio del norteamericano Aaron Grassman revela que el transgénico
comienza a perder esta batalla tecnológica. "En Aragón, el taladro ha
terminado por darse un festín de maíz", comenta Blanca Ruibal. La
cuestión es que el monocultivo de amplias extensiones favorece la
aparición de plagas.
Amigos de la Tierra ha
contabilizado que en el mercado de estas semillas el "90% de los
cultivos transgénicos se encuentran en sólo seis países: Estados Unidos,
Argentina, Brasil, India, Canadá y China, y son producidos solamente por el 1% de los agricultores del mundo".
Fuente: www.eldiario.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario